Amado, Yo te he hecho rey y sacerdote para mi, mediante el sacrificio de mi único y amado Hijo. Quien te amó y lavó de tus pecados con su sangre derramada en el Calvario. Yo te he dado autoridad sobre esta tierra para establecer, decretar, declarar, atar y desatar en su poderoso nombre. Para que abras tu boca por el mudo en el juicio de todos los desvalidos, para que abras tu boca y juzgues con justicia, defendiendo la causa del pobre y del menesteroso. Hoy, Yo te he llamado, como mi iglesia: Levántate, oh amiga mía, hermosa mía, y ven. Paloma mía, que estás en los agujeros de la peña, en lo escondido de escarpados parajes, Muéstrame tu rostro, hazme oír tu voz; Porque dulce es la voz tuya, y hermoso tu aspecto.
Yo te he dado la unción de los hijos de Isacar, hombres y mujeres muy valerosos, valientes en extremo, de grande esfuerzo, muy valerosos, que no temen salir a la guerra pues son entendidos en los tiempos y saben lo que tienen que hacer, y cuyo dicho siguen tus hermanos.
Yo te he llevado a ver las abominaciones que se hacen, cuando creen que Yo no los veo y que he abandonado la tierra, Yo te las estoy mostrando para que hagas oír tu voz, para que gimas y clames en contra de ellas, y Yo escucharé en los cielos tu voz y responderé a ella, para que la muerte y la destrucción resultante no llegue a ti y para que más hijos míos que ahora se encuentran dispersos, regresen a casa, porque Yo no quiero que ninguno se pierda, sino que todos vengan al arrepentimiento.