El Padre dice hoy, se acabó el tiempo de estar disperso, de la orfandad y la conmiseración. Este el tiempo de volver a mi fortaleza, por haber permanecido cautivo de la esperanza, no más andar sin rumbo, no más ser dubitativo, porque este es el tiempo en el que Yo te daré al doble todo aquello que se había perdido, sin importar si fue un mal manejo, una mala administración de mis recursos o por ignorar mi voz; Este es el tiempo en el que eres llamado a mi mesa, es el tiempo de despojarte de las ropas viejas de vergüenza, soledad y miseria, para que portes el traje de la gracia, el favor y adopción, acostúmbrate a los manjares que aquí recibirás y así no querrás volver a comer las migajas que la religiosidad y el mundo te quieran dar.
Este es el tiempo de la restitución, pero no en términos que el mundo quiere imponer, sino en los términos de la gracia sobrenatural, en el que las riquezas de los impíos pasarán a manos de los justos, en el que Yo te daré botín cada vez que escojas oírme a mi y no hacer según tus propios paradigmas, porque cada vez que te asocies conmigo tu rédito será del treinta, del sesenta y del ciento por uno, porque esa es mi voluntad, dice el Padre. TS