Algunos de nosotros recordamos con tristeza cómo nos congregábamos y aun hemos llegado a colgar nuestras arpas, con las que alabábamos al Señor. Esto por el desánimo, la tristeza, por sentirnos en cautiverio. Pero a pesar de la tristeza, el luto, las pérdidas, la opresión y el no poder hacer una iglesia como la que estábamos acostumbrados, se va a impedir que Jesucristo se manifieste a través de cada uno de nosotros, que somos su Cuerpo, su iglesia. Hoy descolguemos las arpas y permitamos que su poder se manifieste. Hoy es día de salvación y milagros. De ser discípulos y hacer discípulos.
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