MIÉRCOLES ADORAR SIN ESCATIMAR

Camino a Jerusalén, los discípulos vieron la higuera seca, y Jesús les enseñó el valor de la fe personal.

Mateo 21.20-22.

Pero cuando viereis a Jerusalén rodeada de ejércitos, sabed entonces que su destrucción ha llegado.21Entonces los que estén en Judea, huyan a los montes; y los que en medio de ella, váyanse; y los que estén en los campos, no entren en ella. 22Porque estos son días de retribución, para que se cumplan todas las cosas que están escritas.

Al llegar al templo de Jerusalén, la autoridad de Jesús fue cuestionada por los líderes religiosos. Esa tarde, Jesús subió al Monte de los Olivos, enseñó muchas parábolas y habló de las señales del fin de la era. Habló de la destrucción, las guerras y las pestes, de las persecuciones por venir, y compartió la esperanza de su regreso. En el discurso de Mateo 24. Sus discípulos tenían muy poca idea de lo que les hablaba, pero les dijo que estuvieran en alerta y preparados como las vírgenes prudentes.

Mateo 24.42.

Velad, pues, porque no sabéis a qué hora ha de venir vuestro Señor.

También ese día, Jesús llora por Jerusalén, por no discernir la llegada de su Mesías Salvador y por matar a los profetas. Lc. 13.34-35. Judas planeó la traición de Jesús con los líderes religiosos. Lc. 22.3-6. La tensión iba en aumento, Jesús lo sabía, pero continuó enseñando y sirviendo a su prójimo.

Un hecho relevante, fue la unción en casa de Simón el leproso, cuando la mujer derramó el perfume de nardo, de mucho precio. Preparando a Jesús para lo que iba a suceder. Los discípulos lo consideraron un desperdicio, pero nos enseñó que en nuestra adoración debe ser extravagante, sin escatimar.

Mateo 26.12.

Porque al derramar este perfume sobre mi cuerpo, lo ha hecho a fin de prepararme para la sepultura.

Padre, gracias por cada enseñanza que dio Jesús es esos días. Ahora se que son para estos días, los estamos viviendo. Dame espíritu de sabiduría y revelación para que pueda entender la grandeza de cada palabra, de cada enseñanza, de cada acto de adoración. Que pueda darme cuenta de la brevedad de esta vida y la grandeza de tu eternidad. Te entrego mi vida, me rindo a ti en adoración, sin escatimar nada de lo que tengo y soy, para que la uses conforme a tu propósito, como ese perfume de nardo, de mucho precio, como un olor fragante para ti, que pueda alcanzar a los que me rodean, que tanto necesitan de ti. En el nombre de Jesús, amén.

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