Jesús vino al mundo a dar vista a los ciegos espirituales y a cegar a los que creían ver. Si admitimos que no hay verdad fuera de Cristo, si creemos en Él, nos perdonará y nos quitará toda ceguera.
Mateo 13. 16-17.
Pero bienaventurados vuestros ojos, porque ven; y vuestros oídos, porque oyen.17 Porque de cierto os digo, que muchos profetas y justos desearon ver lo que veis, y no lo vieron; y oír lo que oís, y no lo oyeron.
Una señal muy clara de que no estamos ciegos es que amamos al prójimo, como resultado de su abundante amor en nosotros.
1 Juan 2. 8-11.
Sin embargo, os escribo un mandamiento nuevo, que es verdadero en él y en vosotros, porque las tinieblas van pasando, y la luz verdadera ya alumbra.9 El que dice que está en la luz, y aborrece a su hermano, está todavía en tinieblas.10 El que ama a su hermano, permanece en la luz, y en él no hay tropiezo.11 Pero el que aborrece a su hermano está en tinieblas, y anda en tinieblas, y no sabe a dónde va, porque las tinieblas le han cegado los ojos.
Padre, gracias porque tu palabra es lámpara a mis pies y lumbrera a mi camino, es mi heredad y el gozo de mi corazón. Tu gloria ilumina tu ciudad y el Cordero es su lumbrera. Hoy unge mis ojos con colirio para poder ver tanta grandeza. Perdona todos mis pecados, mis rebeliones, los dioses ajenos y todo lo que he puesto en el lugar que solo tú debes ocupar. Me arrepiento de cada uno de ellos. Pongo delante de ti toda falta de perdón contra mis hermanos, la soberbia de haber considerado que lo que me hicieron a mí es imperdonable, cuando tú, sin culpa alguna, llevaste todos mis pecados, me perdonaste y nunca te acuerdas de mi maldad. Limpia toda tiniebla y permite que tu luz brille en mi vida, para que te pueda ver y adorar en espíritu y en verdad, en el nombre de Jesús, amén.