Ezequiel 36. 25.
Esparciré sobre vosotros agua limpia, y seréis limpiados de todas vuestras inmundicias; y de todos vuestros ídolos os limpiaré.
La poda nos rejuvenece, nos renueva. Dios no ha terminado con cada uno, viene una nueva temporada. Recomienza con Él. El proceso de poda es doloroso, la carne es llorona, gritona, quejumbrosa y rebelde. Hay que ser procesados y formados a imagen del Señor. Dios quiere hacer cosas en nosotros y a través de nosotros. Necesitamos pasar diariamente un tiempo con Él.
Juan 15. 7-9.
Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y os será hecho. 8 En esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto, y seáis así mis discípulos. 9 Como el Padre me ha amado, así también yo os he amado; permaneced en mi amor.
Esta forma que Dios está dando a nuestra vida al podarnos no rebaja la personalidad propia, sino al contrario, nos eleva a la verdadera dignidad de ser hechos a la imagen de Dios. Recordemos que, al resistirnos a entregar nuestra voluntad a Dios y hacer nuestra propia voluntad, nos hacemos siervos del pecado que domina nuestros miembros.
Padre, hoy me entrego completa y totalmente a tu voluntad. Yo creo en ti, confío en ti, que eres mi Padre amoroso, bueno y deseas lo mejor para mi. Renuncio a ser más siervo del pecado y decido cambiar de un amor cruel y despiadado a tu amor suave y gentil, a tu yugo suave y tu carga ligera. Te exalto sobre todas las cosas y te pido que pongas orden a mi vida, que todo desorden y desconcierto sean cambiados por tu gracia y bendición para que venga el orden, la prosperidad y la cosecha. Quita todo estorbo para que tu nombre sea glorificado en mi vida, para que encuentres en mi un escenario para mostrar a los hombres tu bondad, tu amor y salvación, en el nombre de Jesús, amén.