Dios habló en muchas ocasiones de la ceguera de su pueblo, a causa de su soberbia y el rechazo a su Palabra.
Isaías 42. 18-22.
Sordos, oíd, y vosotros, ciegos, mirad para ver. 19 ¿Quién es ciego, sino mi siervo? ¿Quién es sordo, como mi mensajero que envié? ¿Quién es ciego como mi escogido, y ciego como el siervo de Jehová, 20 que ve muchas cosas y no advierte, que abre los oídos y no oye?
Creer que ya sabemos todo respecto a Dios y a la Biblia, nos llevará a menospreciar las enseñanzas y las predicaciones aún de nuestra propia congregación, y a no reconocer lo que el Espíritu Santo está haciendo en esta hora. El orgullo produce ceguera, que se manifiesta en rebelión y religiosidad.
Otra situación que no nos permite ver es la idolatría: el culto a cualquier dios falso. Por ejemplo: Permitir que las tinieblas entren por nuestros ojos, a sabiendas que nos van a perjudicar. Películas, programas e imágenes cargadas de escenas sexuales, violencia, brujería, terror y demás cosas que blasfeman contra Dios. Por supuesto que la pornografía es un caudal de suciedad que entra por el ojo humano y llena todo el cuerpo de tinieblas y lo esclaviza. ¿Cómo está tu ojo? ¡Límpialo!
Padre, perdóname. En estos días acabamos de recordar el enorme sacrificio de tu Hijo Jesucristo en la cruz, el precio pagado por mi rescate fue muy alto: hasta la última gota de su sangre. Y yo continuo en mi orgullo, en la soberbia de querer hacer las cosas a mi manera, buscando dioses ajenos, contaminando mis ojos con la basura del mundo, cuando tú, sin haber pecado, tomaste todos mis pecados y los llevaste en la cruz. Perdóname y límpiame con tu preciosa sangre y lávame con tu palabra. Hoy renuevo mi compromiso contigo de leerla diariamente y buscarte a través de ella, te entrego mi vida, ayúdame con el poder de tu Santo Espíritu que mora en mi, a vivir en la revelación de tu plenitud. Estoy completo en ti, no me falta nada y puedo vivir una vida de santidad, entregado completamente a ti, en el amor del Padre, la comunión con tu Hijo Jesús y el poder de tu Espíritu Santo, amén.