Para entender humildad, necesitamos explorar lo diametralmente opuesto: el orgullo. El primer pecado del universo lo cometió satanás y fue de orgullo. Su pecado se manifestó cuando quiso ser como Dios y desear usurpar su lugar. ¡Qué locura! Eso lo destituyó de la presencia de Dios para siempre.
Isaías 14. 13-15.
Tú que decías en tu corazón: Subiré al cielo; en lo alto, junto a las estrellas de Dios, levantaré mi trono, y en el monte del testimonio me sentaré, a los lados del norte; 14 sobre las alturas de las nubes subiré, y seré semejante al Altísimo. 15 Mas tú derribado eres hasta el Seol, a los lados del abismo.
Este es el pecado de orgullo, no reconocer que Dios es el único digno de adoración, porque todo lo que existe (incluyéndonos) procede de Él y es para Él. Solo Dios es santo, hermoso, glorioso y poderoso en sí mismo. Sus criaturas solo podemos evidenciar su sorprendente naturaleza POR SU GRACIA, para darle siempre la gloria con nuestra vida.
Padre, gracias por la obras tan grandes y maravillosas que has hecho en mi vida. Hoy reconozco que ninguna de ellas hubiera sido posible sin tu mano poderosa guiándome y sosteniéndome. Me arrepiento por cada vez que he pretendido quedarme con el crédito que solamente a ti te corresponde. Tú eres el único digno de la gloria, la honra y el honor. Te pido perdón por el pecado de orgullo que ha habido en mi vida y clamo a la ayuda de tu Santo Espíritu para mantener la carne en su lugar, en la cruz, y vivir en humildad, obediencia y dándote la gloria por todo lo que has hecho y harás en mi. En el nombre de Jesús, amén.