HUMILDAD Y GRACIA VAN DE LA MANO

Santiago 4. 6.

Pero él da mayor gracia. Por esto dice: Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes.

Sin la gracia de Dios fluyendo a nuestras vidas copiosamente, no habrá habilidad ni poder para avanzar su Reino. La gracia no es solo favor inmerecido, es la fuerza que nos sostiene en el camino a la victoria. ¿Somos agraciados o “desgraciados” en nuestro caminar con el Señor?

La humildad reconoce su dependencia total en Dios y su incapacidad para sacar adelante la vida con sus propios recursos. Al comprender este principio, entraremos a la dimensión de las infinitas posibilidades que tenemos en Cristo, sólo en Él. Como resultado de la comprensión de nuestra incapacidad para hacer la obra de Dios con nuestros criterios, razonamientos y recursos, comprenderemos también que todo éxito en cualquier área de la vida debe llevarnos a dar la gloria al Señor.

Efesios 1. 6-8.

De manera que alabamos a Dios por la abundante gracia que derramó sobre nosotros, los que pertenecemos a su Hijo amado. 7 Dios es tan rico en gracia y bondad que compró nuestra libertad con la sangre de su Hijo y perdonó nuestros pecados. 8 Él desbordó su bondad sobre nosotros junto con toda la sabiduría y el entendimiento. (NTV)

Padre, hoy reconozco la necesidad de humillarme, de ponerme humilde delante de ti, muéstrame por favor las áreas de mi vida donde tú no me gobiernas. Espíritu Santo, enséñame toda actitud independiente, orgullosa, autosuficiente, mundana, hostil al Padre, al Hijo y a ti. ¡Mi Señor! cuando te conocí, me humillé delante de ti, en la humildad que tú mismo me otorgaste, te confesé como Señor de mi vida, derramaste tu gracia salvadora y perdonaste todos mis pecados. Por tu gracia soy salvo por medio de la fe, como un regalo para mi, no por mis obras, para que toda la gloria sea solamente tuya, ¡Gracias, gracias, gracias!, en el nombre de Jesús, amén.

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