MANSO Y HUMILDE

Como el Señor Jesús es nuestro Maestro en humildad y mansedumbre, además de muchas otras cosas, es básico entender las maneras en que podemos incorporar estas virtudes a nuestra vida diaria. Sabemos por experiencia propia cuan dañino es el orgullo, la rebeldía y la terquedad, porque frena el derramamiento de su gracia. Si comprendemos que Dios se opone al soberbio y da gracia al humilde, ¿no será Dios mismo quien se ve limitado a bendecirnos por nuestras actitudes?

Filipenses 2. 5-11.

Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, 6 el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, 7 sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; 8 y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. 9 Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, 10 para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; 11 y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre.

Padre, gracias por la vida de tu Hijo Jesús, quien fue glorificado a la máxima posición de autoridad, sentado a tu diestra, a causa de su humildad y obediencia. Siendo Dios, tomó forma de siervo. No existe posición más alta que la que Él tenía y renunció a todo por amor a ti y por amor a mi. Perdóname por olvidar su sacrificio y pensar demasiado en mí mismo. Ayúdame a olvidarme de mis problemas y a encontrar mi verdadera paz en el hecho de de pertenecerte a tí.  Humildemente me acerco y me entrego completamente a ti. Si te tengo a ti lo tengo todo, mi Amado, fuera de ti nada deseo, en el nombre de Jesús, amén.

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