¿Te has preguntado como triunfó el Señor Jesús sobre satanás y sus principados? Satanás fue derrotado por la humillación de Cristo, por su disposición a despojarse de su gloria, hacerse un ser humano y caminar en obediencia perfecta para redimirnos, a través de la muerte más vergonzosa; la crucifixión.
Santiago 4. 6.
Pero él da mayor gracia. Por esto dice: Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes.
La humildad y la obediencia a la autoridad NO son parte de la naturaleza del diablo. Lo que sí es su parte, es el orgullo, la soberbia, la rebelión a la autoridad para usurparla; y la búsqueda de gloria personal. El diablo aborrece la humildad y la mansedumbre.
Padre, ¡perdóname! Ni yo mism@ puedo entender cómo es que llego tan facilmente a pensar con tanto orgullo y autosuficiencia de mi mism@. Cuando medito en que las naciones son para ti como la gota de agua que escurre del cubo. Cuando miro la grandeza del universo, la Vía Láctea, la Tierra, como uno de los más pequeños planetas y yo ahí, del tamaño de una pequeña partícula polvo y me atrevo a pensar así, con arrogancia, autosuficiencia, jactacia, independencia y sobre todo, desobedeciéndote a cada paso que doy. Sé que todo esto está en mi naturaleza, pero hoy renuncio a los deseos de la carne, pues no tiene cura y hoy agradezco que a pesar de mi pequeñez, tú me consideraste valioso y enviaste a tu Único a morir por mi rescate. Acepto y ratifico mi entrega a Jesucristo, como mi Señor y Salvador, dejo mi carne y sus deseos ahí en la cruz y te pido que mediante el poder de tu Santo Espíritu mi nueva naturaleza de hij@ amad@ de Dios empiece a reinar en mi. Solo tu Espíritu Santo puede transformarme y ayudarme a vivir acorde con lo que ahora soy, en humildad y obediencia me someto a ti, en el nombre de Jesús, amén.