Deuteronomio 33. 27-29.
El eterno Dios es tu refugio, Y acá abajo los brazos eternos; El echó de delante de ti al enemigo, Y dijo: Destruye. 28 E Israel habitará confiado, la fuente de Jacob habitará sola En tierra de grano y de vino; También sus cielos destilarán rocío. 29 Bienaventurado tú, oh Israel. ¿Quién como tú, Pueblo salvo por Jehová, Escudo de tu socorro, y espada de tu triunfo? Así que tus enemigos serán humillados, Y tú hollarás sobre sus alturas.
Cuando nos refugiamos en los brazos eternos del Padre, somos impartidos con su valentía. Hoy tenemos la libertad para sentarnos en su regazo y ser libres de toda debilidad. Nos redimió de la tristeza, la timidez, la depresión. Nos sana, libera y nos da poder por su Espíritu Santo. Él es nuestro refugio y nos ha hecho más que vencedores.
Salmo 9. 9-10.
Jehová será refugio del pobre, Refugio para el tiempo de angustia. 10 En ti confiarán los que conocen tu nombre, Por cuanto tú, oh Jehová, no desamparaste a los que te buscaron.
Como nuestros padres de la tierra nos abandonaron, pensamos que tenemos que defendernos en nuestra propia fuerza; dando por resultado fatiga, cansancio, decepción. Hoy dejemos atrás las heridas del rechazo, el orgullo, los argumentos, y acerquémonos al Padre con el corazón de un niño, a buscar el refugio que tanto necesitamos en este tiempo de aflicción.
Padre, hoy vengo delante de ti a derramar mi corazón. ¡Te necesito tanto! Te pido perdón por tantas veces que recurrí a refugios de mentira, el adulterio, el alcohol, la glotonería, el pecado, el exceso de trabajo, las amistades, la doble vida. ¡Vuélveme el gozo de mi salvación, espíritu noble me sustente! Y pueda sentirte aquí, en lo profundo de mi corazón tu abrazo, tu protección, tu amor. Gracias porque tu extiendes sobre mi vida la paz que se extiende como un río, me consuelas y me haces reverdecer como la hierba, mi corazón se alegra en tu presencia, en el nombre de Jesús, amén.