Abraham le creyó a Dios y engendró a Isaac en su vejez. Su humildad lo llevó a obedecer y a ofrecerlo en sacrificio a petición de Dios.
Romanos 4. 20-22.
Tampoco dudó, por incredulidad, de la promesa de Dios, sino que se fortaleció en fe, dando gloria a Dios, 21 plenamente convencido de que era también poderoso para hacer todo lo que había prometido; 22 por lo cual también su fe le fue contada por justicia.
Ana era estéril y derramaba su corazón a Dios, para que le diera un hijo. Le dio al profeta Samuel y ella lo consagró al Señor.
1 Samuel 1. 10-11.
Ella con amargura de alma oró a Jehová, y lloró abundantemente. 11 E hizo voto, diciendo: Jehová de los ejércitos, si te dignares mirar a la aflicción de tu sierva, y te acordares de mí, y no te olvidares de tu sierva, sino que dieres a tu sierva un hijo varón, yo lo dedicaré a Jehová todos los días de su vida, y no pasará navaja sobre su cabeza.
Padre, gracias porque la motivación detrás de la fe me lleva a recococer que todo lo recibido y logrado proviene de ti, por lo que todo te lo rindo a ti, en ofrenda voluntaria. La meta de la fe es la extensión de tu reino a través de testimonios poderosos. Gracias porque la fe trae la provisión del cielo y al rendirla a ti con humildad, tú la multiplicas sin límite.¡Señor, pongo a tu disposición todo lo que soy y todos los
recursos materiales que me has dado! ¡Úsalos para que el nombre de Jesucristo sea engrandecido y muchos te conozcan como su Salvador y Señor!