La fe se obtiene, crece y se fortalece escuchando y recibiendo una palabra rhema de Cristo, que es una palabra específica de Dios para una necesidad personal. La palabra debe ser escuchada y comprendida en la mente y en el corazón, es decir “revelada”, para que produzca fe. Esa es la obra del Espíritu Santo en la vida del justo. Satanás siempre intentará bloquear nuestros sentidos físicos y espirituales para que no oigamos, comprendamos y recibamos la Palabra que necesitamos.
Romanos 10. 17.
Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios.
Entre más profunda sea la comprensión de la verdad de la Palabra y la pongamos en acción, más grande será nuestra fe. La fe es del corazón, no es un asentimiento mental. Todos tenemos áreas débiles de fe y áreas fuertes. La fe es un fruto y un don del Espíritu Santo. Con el corazón se cree y con la boca se confiesa la fe, hay que declararla audiblemente y producirá resultados. Por la fe conquistamos.
Marcos 11. 23. Porque de cierto os digo que cualquiera que dijere a este monte: Quítate y échate en el mar, y no dudare en su corazón, sino creyere que será hecho lo que dice, lo que diga le será hecho.
Gracias hermoso Padre celestial, porque hoy me acerco a tí confiadamente, con el corazón lleno de fe, sabiendo que mi fe te agrada y que eres galardonador de los que te buscan. Declaro audiblemente que usaré diariamente el escudo de la fe, que me protege de todos los dardos de fuego del maligno, confesando tu palabra que contrarresta y vence cualquiera de ellos. Conquistaré reinos, haré justicia, alcanzaré promesas y taparé boca de leones gracias a mi fe. Recibiré todo lo que me has prometido. Así como Jesús se puso en pie en la barca y le habló a la tormenta, también me levanto en medio de las tormentas que hoy enfrento, reprendo a los vientos, a las olas, a toda tempestad y ordeno que se haga una grande bonanza en mi vida. Hoy tomo el escudo de la fe que calma todas las tormentas e invalida todos los temores en mi vida, en el nombre de Jesús, amén.