En el mundo hacíamos muchas fiestas, y tal pareciera que la salvación nos ha amargado… Hagamos fiestas de nuevo, para celebrar que los hijos de Dios vuelven a casa.
Lucas 15. 27-32.
Él le dijo: Tu hermano ha venido; y tu padre ha hecho matar el becerro gordo, por haberle recibido bueno y sano.28Entonces se enojó, y no quería entrar. Salió por tanto su padre, y le rogaba que entrase.29Mas él, respondiendo, dijo al padre: He aquí, tantos años te sirvo, no habiéndote desobedecido jamás, y nunca me has dado ni un cabrito para gozarme con mis amigos.30pero cuando vino este tu hijo, que ha consumido tus bienes con rameras, has hecho matar para él el becerro gordo.31Él entonces le dijo: Hijo, tú siempre estás conmigo, y todas mis cosas son tuyas.32Mas era necesario hacer fiesta y regocijarnos, porque este tu hermano era muerto, y ha revivido; se había perdido, y es hallado.
Mantengamos vivo el primer amor, como cuando llegamos a la salvación, no nos acomodemos al punto de olvidar de dónde nos sacó el Señor. ¡Qué nunca nos incomoden los nuevos! Ellos son la razón de nuestras reuniones, queremos que más personas conozcan a Cristo. Y alegrémonos cuando algunos de ellos avancen y sobresalgan en su crecimiento y entrega al Señor.
Padre, nos arrepentimos de la pasividad y de la ceguera que la religiosidad y el egoísmo han puesto en los corazones de tus hijos; nos ha impedido ver el gozo que produce en tu corazón un alma que se vuelve a ti para ser salva. ¡Queremos llevarte muchos hijos e hijas a tu presencia por medio de Jesús!