LAS ARMAS DE LA LUZ.

Somos hijos e hijas de Dios, pero también soldados del Reino de Cristo. Mientras vivamos en la tierra, peleamos la batalla de la fe en tres frentes de batalla enemiga: Satanás y sus secuaces, el mundo y la carne (nuestra vieja naturaleza orgullosa).

Todos los enemigos ya fueron derrotados por el Señor Jesucristo, inclusive la muerte; sin embargo aún no les llega el día de su destrucción. Usemos las armas

provistas por el Señor para mantener nuestra victoria y extender el Reino de Dios.

EL ESCUDO DE LA FE:

Una vez que te has colocado el cinturón de la verdad, la coraza de la justicia y los zapatos del evangelio de la paz, tomarás el escudo de la fe. El escudo puede crecer o encogerse… ya que las convicciones en Dios y su Palabra pueden por desgracia moverse. Cuando levantas el escudo de la fe, estás actuando con confianza en lo que dice su Palabra. Recuerda que fuiste, eres y serás salvo por fe, y que a Dios le agrada la fe. Eres justo y estás llamado a vivir por fe.

Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan. Hebreos 11. 6.

Padre amado, gracias porque me diste una medida de fe. La tengo dentro de mí y me has escogido y atraído a ti, a tu presencia, para que habite ahí, para ser saciado del bien de tu casa, de tu santo templo. Con tremendas cosas me respondes en justicia, Dios de mi salvación y visitas la buena tierra de mi corazón, en gran manera lo enriqueces con tu palabra y con el río de la revelación de tu Espíritu Santo, haces que se empape y bendices y fortaleces mi fe. Gracias porque cada día me das oportunidad de que mi fe crezca, ¡Creo en ti, creo en tu palabra! En el nombre de Jesús, amén.

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