Hechos 2.1-6. Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos unánimes juntos. 2Y de repente vino del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba, el cual llenó toda la casa donde estaban sentados;3y se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos.4Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen.5Moraban entonces en Jerusalén judíos, varones piadosos, de todas las naciones bajo el cielo.6Y hecho este estruendo, se juntó la multitud; y estaban confusos, porque cada uno les oía hablar en su propia lengua.
La glorificación al Señor Jesucristo trajo la manifestación del Espíritu Santo a los apóstoles. Entonces, dondequiera que Jesús es glorificado el Espíritu Santo aparece. No tenemos que rogarle, pues Él existe para honrar a Cristo.
Hechos 2. 14-15. Entonces Pedro, poniéndose en pie con los once, alzó la voz y les habló diciendo: Varones judíos, y todos los que habitáis en Jerusalén, esto os sea notorio, y oíd mis palabras.15 Porque éstos no están ebrios, como vosotros suponéis, puesto que es la hora tercera del día.
Pedro inmediatamente se levantó y alzó la voz, representando a toda la iglesia. Fue el primer hombre que actuó tras la investidura del Espíritu Santo. Pedro había creído la palabra de Dios y sintió la confirmación en su corazón. Se convirtió en un testigo de las cosas del cielo y se puso de pie y habló. Testificó de algo que trasciende lo humano y lo terrenal.
Padre, gracias por tu maravilloso Espíritu Santo, siempre está conmigo, guiándome, protegiéndome, encendiéndome con tu fuego abrazador, revelándome tu palabra. Además de protegerme en todo momento de las asechanzas y tentaciones del diablo, mi enemigo, quien está vencido absolutamente por la sangre preciosa del Cordero de Dios, tu Único Hijo Jesucristo, mi Señor y Salvador, quien se entregó por mi para que yo pudiera tener hoy esta vida en abundancia. Maravilloso Jesús, exaltado sea tu nombre por siempre, Rey de reyes y Señor de señores, mi corazón te canta y te alaba. En el nombre de Jesús, amén.