La redención es por definición un acto de liberación. Un acto por medio del cual se rescata a alguien de su condición de esclavitud, mediante un precio. Es recuperar algo que había sido nuestro, pero que estaba hipotecado. Eso es lo que hizo nuestro Dios por medio Jesucristo, redimirnos para Él. ¡Y el precio que pagó por nuestro rescate fue su propia Sangre!
Colosenses 1. 12-14.
con gozo dando gracias al Padre que nos hizo aptos para participar de la herencia de los santos en luz; 13 el cual nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo, 14 en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados.
El pueblo de Israel llegó a tierra de Egipto por hambre. Dios había colocado a José el hijo de Jacob como gobernador de esa tierra, por haber interpretado el sueño de faraón, el de las siete vacas gordas y las siete vacas flacas. Al reecontrarse con su hijo perdido, Jacob se quedó a vivir en tierras egipcias junto con toda su familia (setenta personas). Pero a la muerte de José, se levantó otro faraón, que esclavizó a los israelitas por 430 años.
Éxodo 3. 7-8. Dijo luego Jehová: Bien he visto la aflicción de mi pueblo que está en Egipto, y he oído su clamor a causa de sus exactores; pues he conocido sus angustias, 8 y he descendido para librarlos de mano de los egipcios, y sacarlos de aquella tierra a una tierra buena y ancha, a tierra que fluye leche y miel, a los lugares del cananeo, del heteo, del amorreo, del ferezeo, del heveo y del jebuseo.
Padre, gracias porque escuchaste mi clamor. Estaba cautivo, esclavo del pecado, sin Dios. Ajeno a tus promesas, pero Jesús ya pagó el precio por mi libertad. Él pagó con su propia sangre que yo pudiera ser trasladado al tu reino, el reino de tu amado Hijo. Me hiciste tu hijo, tu heredero y coheredero juntamente con Cristo. Recibí el espíritu de adopción por el cual hoy puedo clamar ¡Abba Padre!