Es crucial que cada hij@ de Dios entienda que es parte de una batalla espiritual que ya fue ganada. ¡Jesucristo es el vencedor de vencedores! Los enemigos de Dios han sido derrotados, más no destruídos; por lo que necesitamos estar en guardia, vigilantes, sometidos al Señor y preparados con el armamento espiritual para hacer valer el triunfo de Cristo sobre todo lo que se opone a Él y a nosotros.

2 Corintios 10. 3-6.

Pues aunque andamos en la carne, no militamos según la carne; 4 porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas, 5 derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo, 6 y estando prontos para castigar toda desobediencia, cuando vuestra obediencia sea perfecta.

No estamos peleando una batalla humana. Si intentamos combatir lo espiritual con armas humanas, fracasaremos y el enemigo saldrá victorioso. Según lo que acabamos de leer, existen fortalezas espirituales hechas de “especulaciones”, de logismos, ideas, conceptos, razonamientos y filosofías no basadas en la verdad sino en el conocimiento del bien y del mal, y que se oponen a Dios. Por lo que es muy importante que mantengamos nuestros pensamientos alineados a la verdad de la palabra de Dios.

Padre, gracias porque me has hecho más que vencedor por medio de aquél que me amó, de tu único Hijo, de mi amado Jesús.  Él venció a la muerte y al pecado y me trasladó a su reino, porque tú me predestinaste para que fuera hecho conforme a su imagen, para que fuera mi hermano mayor. Me llamaste, me justificaste, me glorificaste. Si no escatimaste a tu propio Hijo para salvarme, sino que lo entregaste por mí, ¿cómo no me darás juntamente con él todas las cosas? ¿Quién me acusa, quién me condena? Él es que murió y resucitó y está siempre a tu diestra intercediendo por mí. Nada me puede separar de tu amor porque Él venció y soy más que vencedor por medio de Él, en el nombre de Jesús, amén.