A. REACCIONO SIN PENSAR: Abrumado por una o varias emociones y
sentimientos (léase resentimientos), ya no pienso lo que hago, ¡saco lo peor de mí!
B. EN EL MOMENTO ME SIENTO BIEN, LUEGO ME SIENTO MUY MAL: Arrebatos, estallidos, explosiones, lamentos, agresiones. Un remordimiento continuo es señal de que las emociones gobiernan alguna área.
C. MIS ACCIONES DAÑAN A OTROS Y A MI MISMO: La gente a tu alrededor ya no sabe qué esperar, cómo te vas a comportar. Mejor prefiere alejarse o “darte el avión”. Pasas de la “euforia al llanto o a la ira”, en segundos.
D. CONSUMES HORAS RUMIANDO LA MISMA SITUACIÓN: No descansas, no duermes. ¿Le digo o no le digo lo que siento? Si caímos en ciclos emocionales repetitivos, estamos siendo esclavizados.
Juan 8. 31-32. Dijo entonces Jesús a los judíos que habían creído en él: Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres.
Marcos 11. 25-26. Y cuando estéis orando, perdonad, si tenéis algo contra alguno, para que también vuestro Padre que está en los cielos os perdone a vosotros vuestras ofensas. Porque si vosotros no perdonáis, tampoco vuestro Padre que está en los cielos os perdonará vuestras ofensas.
Padre, te doy gracias porque la verdad de tu palabra me hace libre y si tu Hijo Jesús me liberta, entonces soy verdaderamente libre. Gracias porque me has hecho comprender que puedo dominar mis emociones a través de escoger los pensamientos que permito estén en mi. Tus pensamientos son de bien, son de paz y no de mal para darme el bien que espero. Y me has hecho ver que gran parte de mis reacciones son debidas a que no he perdonado verdaderamente a mi prójimo. Tú me das la capacidad de perdonar, así como perdonaste mis pecados y mis ofensas, todos y cada uno de ellos. Yo escojo perdonar a todos los que me han ofendido y verlos bajo el manto de la gracia con que me ves a mi. Perdono y soy libre de toda esclavitud a mis emociones, renuncio a todo espíritu de sospecha que me hace ver lo que no es y decido amar con el amor que tu Espíritu Santo ya derramó en mi, en el nombre de Jesús, amén.