Dios ya te llamó con propósito eterno y con un propósito específico a cumplir durante tu vida aquí en la tierra. ¿Lo conoces? Dios te lo revelará. Corre al encuentro del llamado en medio del fuego del Espíritu. Cree sus promesas, levántate y manifiesta su gloria en esta hora. Se parte del cuerpo de Cristo, promoviendo la unidad entre cada miembro.
Dios te dice hoy: ¡Yo te he llamado y te envío! Búsca mi presencia cada día, para que te llene de mi sabiduría y poder. ¡Se portador de mi vida en medio de toda limitación humana y mundana, en medio de la opresion demoniaca, de la enfermedad, de la pobreza: manifiesta la libertad que Cristo obtuvo para todo aquel que cree! ¡Predica el evangelio y discipula no solo personas, sino naciones! Al caminar conmigo te iré transformando a imagen de mi Hijo Jesucristo.
Efesios 4. 11-16 Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros, 12 a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo, 13 hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo; 14 para que ya no seamos niños fluctuantes, llevados por doquiera de todo viento de doctrina, por estratagema de hombres que para engañar emplean con astucia las artimañas del error, 15 sino que siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo, 16 de quien todo el cuerpo, bien concertado y unido entre sí por todas las coyunturas que se ayudan mutuamente, según la actividad propia de cada miembro, recibe su crecimiento para ir edificándose en amor.
Padre, ¡cuán preciosos son tus caminos y cuán altos son tus pensamientos! Y , ¡cuán inciertos y sombríos son los míos! Enséñame a morir contigo para levantarme después a una nueva vida. Rasga desde lo alto a abajo mi egoísmo, como rasgaste en dos el velo del templo y salió tu presencia a buscarme como tu habitación gloriosa. La morada del Rey de reyes y Señor de señores. Revélame por tu Espíritu Santo tanta grandeza, para vivir así, en tu presencia, en tu gloria, día con día, llevando tu salvación, tu amor, tu esperanza a todos los que me rodean, y cumplir tu propósito eterno, de traer a tus hijos a casa, en el nombre de Jesús, amén.