Para establecer la voluntad de Dios en la tierra, lo primero es conocerla. En Deuteronomio 28. 1-15, la Palabra nos habla sobre las bendiciones que vienen a nuestra vida al guardar todos sus mandamientos, y en la segunda parte, v.16-68, habla de las maldiciones por no hacerlo. Sabemos que es imposible cumplir todos los mandamientos de la ley, pero con la redención de Jesucristo fuimos librados de toda maldición:
Gálatas 3. 13-14. Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición (porque está escrito: Maldito todo el que es colgado en un madero),14para que en Cristo Jesús la bendición de Abraham alcanzase a los gentiles, a fin de que por la fe recibiésemos la promesa del Espíritu.
Los efectos de la maldición están aquí en la tierra, pero no tienen derecho a dominarnos ni tienen poder sobre nosotros a menos que nos rindamos a ellos y no aprovechemos lo que es nuestro, en Cristo Jesús.
Santiago 4. 2-3. Codiciáis, y no tenéis; matáis y ardéis de envidia, y no podéis alcanzar; combatís y lucháis, pero no tenéis lo que deseáis, porque no pedís.3Pedís, y no recibís, porque pedís mal, para gastar en vuestros deleites.
Te doy gracias amado Padre porque la oración no es tratar de convencerte para que hagas algo, porque tú ya lo hiciste todo, mandaste a tu Hijo Jesucristo para librarme del castigo eterno, de toda maldición. Cuando oro me comunico contigo creyendo que recibiré todo lo que ya me has dado en Cristo, todo lo que necesito ya me fue otorgado mediante su sacrificio, ahora yo lo recibo aquí en la tierra por medio de la fe, porque tú suples todas mis necesidades , todo lo que me falta, conforme a tus riquezas en gloria en Cristo Jesús, porque esta es tu voluntad, que como es en el cielo, sea en la tierra, amén.