Separados de Dios, quedamos con un vacío interno que solo Él puede satisfacer. No nos damos cuenta de ello hasta que Cristo nos alcanza por medio del evangelio y experimentamos el amor y la aceptación incondicional del Padre. Fuimos creados como seres “sociales”, para relacionarnos con Dios y con el prójimo; por eso la negación del amor, el rechazo que hemos experimentado ha producido heridas y quebrantos dolorosos; ya que todos queremos ser aceptados y pertenecer.
> LA NECESIDAD DE PERTENECER: Estamos conscientes de la necesidad de tener amistades, personas que nos amen, acepten y con las que podamos compartir nuestra vida. El Padre nos recibe con los brazos abiertos, sanando la herida más profunda que muchos tenemos: El rechazo.
Lucas 15. 18-20. Me levantaré e iré a mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti. 19 Ya no soy digno de ser llamado tu hijo; hazme como a uno de tus jornaleros. 20 Y levantándose, vino a su padre. Y cuando aún estaba lejos, lo vio su padre, y fue movido a misericordia, y corrió, y se echó sobre su cuello, y le besó.
> LA NECESIDAD DE SABERSE VALIOSO:
La baja autoestima y la crisis de identidad: La carencia de respuestas a preguntas significativas como ¿quién soy?, ¿para qué existo? ¿qué propósito tiene mi vida?; el pobre sentido de valor que tienen miles de personas se ha convertido en una plaga social que catapulta la depresión, la ansiedad y los intentos de suicidio.
Juan 3. 16-17 Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, más tenga vida eterna. 17 Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él.
Padre, abre mis ojos para poder ver tu grandeza. Abre mi entendimiento para poder comprender tus maravillas. Abre mis oídos para poder oír tu voz y distinguirla en medio escándalo de esta generación caída. Y dame la fuerza y el poder de tu Espíritu Santo para poder obedecer y caminar en el camino de buenas obras que tienes preparado para mí desde antes de la fundación del mundo y cumplir tu propósito para mí. Me creaste a tu imagen, conforme a tu semejanza, y hoy entiendo el tamaño del corazón que me diste. Es tan grande, porque fue hecho para poder contener tu presencia. Por eso solo tú puedes llenarlo. Sin ti todo es confusión y vacío. Fui creado para vivir lleno de tu presencia, gracias por permitirme volver a ti, en el nombre de Jesús, amén.