La Palabra de Dios es fructífera, ya que infunde vida a donde Dios la envía. ¡Qué maravillosa es su Palabra! Además de que no falla, no regresa sin cumplir su propósito en la persona o circunstancia a donde es enviada. Su palabra es garantía.
Isaías 55. 10-11. Porque como desciende de los cielos la lluvia y la nieve, y no vuelve allá, sino que riega la tierra, y la hace germinar y producir, y da semilla al que siembra, y pan al que come, 11 así será mi palabra que sale de mi boca; no volverá a mí vacía, sino que hará lo que yo quiero, y será prosperada en aquello para que la envié.
Ejemplo: Mateo 8. 8,10. Respondió el centurión y dijo: Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo; solamente di la palabra, y mi criado sanará. 10. Al oírlo Jesús, se maravilló, y dijo a los que le seguían: De cierto os digo, que ni aun en Israel he hallado tanta fe.
¡Qué importante es poner nuestra confianza en las Palabras de Dios, en las palabras de Jesús! Creerlas de corazón las hace realidad, en el tiempo en que han de cumplirse
Padre, gracias porque puedo confiar absolutamente en tu palabra, en ella espero cada día, una sola palabra de tu boca basta para sanar mi alma, mi vida, toda congoja y aflicción, todo miedo e inseguridad. Tu palabra me levanta, me fortalece, me capacita y llena de valentía, me convierte en un guerrero más que vencedor. Gracias porque tienes la palabra exacta para cada minuto de mis días, para cada lágrima, para cada risa. Gracias porque tu palabra habita en mi corazón en la persona de tu Amado Hijo Jesús y porque tu hermoso Espíritu Santo me guía a la verdad, me la revela, abre mis ojos, mis oídos y mi entendimiento. Perdóname por despreciarla tantas veces, por no darle el valor que realmente tiene. Me comprometo a escudriñarla diariamente como al valioso tesoro que es. En el nombre de Jesús, amén.