Juan 12. 9-11. Gran multitud de los judíos supieron entonces que él estaba allí, y vinieron, no solamente por causa de Jesús, sino también para ver a Lázaro, a quien había resucitado de los muertos. 10 Pero los principales sacerdotes acordaron dar muerte también a Lázaro, 11 porque a causa de él muchos de los judíos se apartaban y creían en Jesús.
Una multitud vino de espectadora, a ver a uno que estuvo muerto por cuatro días. No vinieron solamente a ver al Señor, sino el milagro. La multitud es un gentío que oculta a los individuos, nos deja sin protagonistas, ya sean buenos o malos. Cuando una turba avanza y destruye una casa o un monumento, como lo hemos visto en la Ciudad de México, sabemos que alguien lo hizo, fueron todos, pero no fue nadie.
Uno de los males que padecemos en la iglesia es el síndrome de la multitud: “Pastor, yo soy de perfil bajo, no quiero compromisos”. En estos días necesitamos una iglesia que no se oculte entre las masas solo a observar. Gente que está diez minutos y al minuto once desparecen… Algo no les gustó y se van a otro lado. No existe una calle en la ciudad que se llame “Multitud”, los nombres de las calles son de personas, de lugares específicos, etc.
Efesios 2. 10. Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas.
Padre, tú estás buscando hombres y mujeres con nombre y apellido que den un paso al frente y se diferencien de la multitud. No cambiaré la realidad social y espiritual de mi comunidad solo mirándola. Yo me quiero involucrar como individuo. Soy un voluntario con nombre y apellido. Sé que tienes un camino de buenas obras preparado para que ande en ellas, tú me has llamado para llevar a cabo obras mayores y no solo para tener buenas intenciones. Hoy me presento delante de ti: aquí estoy , tal como soy, para esto estoy. En el nombre de Jesús, amén.