¿HABLAR CON LOS MUERTOS?

Lucas 20. 37-38. Pero en cuanto a que los muertos han de resucitar, aun Moisés lo enseñó en el pasaje de la zarza, cuando llama al Señor, Dios de Abraham, Dios de Isaac y Dios de Jacob. 38 Porque Dios no es Dios de muertos, sino de vivos, pues para él todos viven.
 
El cristianismo, la fe cristiana se sustenta en el triunfo de la vida sobre la muerte, y este triunfo lo logró nuestro Salvador y Señor Jesucristo. La muerte ha sido derrotada, por eso el Señor Jesús nos otorga la “vida eterna” por la fe en Él, lo que no es otra cosa que tener un encuentro personal con Padre y con su Hijo Jesucristo, al reconocerlo y al creer en Él como Señor y Salvador.
 
1 Corintios 15. 13-14. Porque si no hay resurrección de muertos, tampoco Cristo resucitó. 14 Y si Cristo no resucitó, vana es entonces nuestra predicación, vana es también vuestra fe.
 
Desde que el pueblo de Israel iba a entrar a la tierra prometida, Dios les prohibió las
prácticas siguientes:
 
Deuteronomio 18. 9-14. Cuando entres a la tierra que Jehová tu Dios te da, no aprenderás a hacer según las abominaciones de aquellas naciones. 10 No sea hallado en ti quien haga pasar a su hijo o a su hija por el fuego, ni quien practique adivinación, ni agorero, ni sortílego, ni hechicero, 11 ni encantador, ni adivino, ni mago, ni quien consulte a los muertos. 12 Porque es abominación para con Jehová cualquiera que hace estas cosas, y por estas abominaciones Jehová tu Dios echa estas naciones de delante de ti. 13 Perfecto serás delante de Jehová tu Dios. 14 Porque estas naciones que vas a heredar, a agoreros y a adivinos oyen; mas a ti no te ha permitido esto Jehová tu Dios.
 

Padre, gracias por abrirme los ojos a la verdad. Ahora lo veo claramente. La maldad del diablo va más allá de lo imaginable. Usar el dolor de perder a nuestros seres queridos para engañarnos, ¡hacernos creer que regresan a platicar con nosotros, cuando los que se presentan son sus demonios! Yo hoy te entrego toda herida en mi corazón, que aun no ha sido sanada, por la pérdida de mis amados. Tú has hecho mi corazón la morada de tu Espíritu Santo, el Gran Consolador. Quien me consuela y me llena con la esperanza de que pronto veré a los que perdí reunidos y gozándose juntamente contigo en el cielo. Perdónanos como nación por haber caído en semejante mentira y tratar de mitigar nuestro dolor con prácticas diabólicas. Por haber hecho tan fuerte esta gran mentira. Restáuranos y quita la ceguera espiritual y toda consecuencia que esto ha ocasionado, en el nombre de Jesús, amén.

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