La aspiración genuina de todo hijo de Dios es que la Palabra de Cristo se haga real en su vida. Las verdaderas convicciones, las creencias firmes de toda persona se asientan en el corazón, desde donde fluyen a través de sus decisiones y acciones. Junto con la salvación, Dios nos ha dado un nuevo corazón, somos la obra maestra de Dios, “recreados en Cristo Jesús”, a fin de que llevemos a cabo las buenas acciones que preparó de antemano para nosotros. Los seres humanos nacemos vivos físicamente, pero espiritualmente muertos, a causa de la naturaleza pecadora que heredamos de Adán. Antes de conocer al Señor, nuestro corazón era como dice Jeremías 17.9: “Engañoso más que todas las cosas, y perverso”, y no había manera de salir de ese estado de corrupción e injusticia; ¡necesitábamos al Salvador!
Como tu Dios y Padre posee un corazón, tu también. Dios quiere personas, discípulos, líderes conforme a su corazón, para guiar a su pueblo y para llevar las buenas noticias del evangelio a toda persona.
Hechos 13. 22. Quitado éste, les levantó por rey a David, de quien dio también testimonio diciendo: He hallado a David hijo de Isaí, varón conforme a mi corazón, quien hará todo lo que yo quiero.
Padre, gracias por el nuevo corazón que implastante en mi ser cuando recibi la salvación ganada por tu Hijo Jesucrito para mi en la cruz. Un corazón que es el centro de mis deseos, afectos y decisiones. Te pido, mi amado, ser transformado conforme a este nuevo corazón, que solamente desea hacer tu voluntad, para actuar siempre de acuerdo a tu manera buena, agradable y perfecta, en el nombre de Jesús, amén.