Hebreos 9. 12. Y no por sangre de machos cabríos ni de becerros, sino por su propia sangre, entró una vez para siempre en el Lugar Santísimo, habiendo obtenido eterna redención.

¡Qué importante es para Dios y para nosotros la Sangre de Cristo! Su Sangre derramada en la Cruz habla mejor que la de Abel. He.12.24. Es a través de la fe en su Sangre que entramos al nuevo pacto con Dios, quien nos otorga el perdón de los pecados y la vida eterna por su gracia.

Desde el libro de Génesis los patriarcas y los sacerdotes hacían sacrificios de animales para honrar a Dios y expiar el pecado del pueblo. Dios mismo proveyó a Adán y a Eva de túnicas de pieles para cubrir su desnudez y le dio a Abraham un carnero en sustitución del sacrificio de Isaac su hijo, símbolo de Jesucristo, el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo.

Levítico 17. 11. Porque la vida de la carne en la sangre está, y yo os la he dado para hacer expiación (borrar las culpas) sobre el altar por vuestras almas; y la misma sangre hará expiación de la persona.

Padre, gracias por la preciosa sangre de tu Hijo Jesucristo, derramada hasta la última gota como precio pagado por mi rebelión y mi pecado. Su sangre me hizo libre y me dio el derecho de ser llamado tu hijo, de presentarme delante de tu trono de justicia, como si nunca hubiera pecado. Tu sangre maravillosa me limpia de todo pecado y me hace digno de estar en tu presencia, en el nombre de Jesús, amén.