En los primeros días del cristianismo, un apóstol era ante todo un testigo presencial de la resurrección. Los apóstoles predicaron que Cristo resucitó físicamente y viajaron por todas partes para dar este mensaje central:
1 Corintios 13. 3-8. Porque primeramente os he enseñado lo que asimismo recibí: Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras;4 y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras;5 y que apareció a Cefas, y después a los doce.6 Después apareció a más de quinientos hermanos a la vez, de los cuales muchos viven aún, y otros ya duermen.7 Después apareció a Jacobo; después a todos los apóstoles;8 y al último de todos, como a un abortivo, me apareció a mí.
John W. Montgomery (1931-), abogado, teólogo y apologista cristiano escribió: Rebasa los límites de la credibilidad que los primeros cristianos hubieran inventado la historia de la resurrección y luego la predicaran entre aquellos que podían haberla refutado facilmente, mostrando el cuerpo de Jesús. La tumba de Jesús quedó vacía, y esto es un hecho histórico. Pedro declaró lo siguiente:
Hechos 2. 29-32. Varones hermanos, se os puede decir libremente del patriarca David, que murió y fue sepultado, y su sepulcro está con nosotros hasta el día de hoy.30Pero siendo profeta, y sabiendo que con juramento Dios le había jurado que de su descendencia, en cuanto a la carne, levantaría al Cristo para que se sentase en su trono,31viéndolo antes, habló de la resurrección de Cristo, que su alma no fue dejada en el Hades, ni su carne vio corrupción.32A este Jesús resucitó Dios, de lo cual todos nosotros somos testigos.
Padre, aunque mis ojos no te puedan ver, puedo sentir en mi vida, en todo mi ser, el poder de tu resurrección. Mientras más leo tu palabra, más compruebo que tú estás conmigo cuando lo hago, tu Santo Espíritu me la revela y me hace entender tus misterios. A cada paso que doy, reconozco que siempre estás conmigo y nunca me dejas ni me desamparas, en el nombre de Jesús, amén.