Para el centurión la palabra de Jesús era suficiente. ¿Das autoridad a la Palabra del Señor? Cuando Jesús oyó eso se maravilló. Dios mismo declaró su asombro ante la fe de este hombre y dijo que ni aún en Israel había hallado tanta fe.
Si quieres una gran fe, se tienen que ver las acciones correspondientes a ella. La fe nace cuando conocemos la voluntad de Dios, pero se confirma ejecutando la Palabra de Dios.
Marcos 11.23-24. Porque de cierto os digo que cualquiera que dijere a este monte: Quítate y échate en el mar, y no dudare en su corazón, sino creyere que será hecho lo que dice, lo que diga le será hecho.24 Por tanto, os digo que todo lo que pidiereis orando, creed que lo recibiréis, y os vendrá.
¡El siervo del centurión por supuesto fue sanado en esa misma hora!
Muchas veces, el Señor ya nos habló la palabra que tanto estamos necesitando. Pero estamos en nuestros propios pensamientos, en orgullo, en soberbia. Distraídos en nuestros afanes, preocupaciones. Y no la escuchamos, no la entendemos y la deshechamos.
Presentémonos con humildad, honrando su palabra y llevándola a cabo inmediatamente. Nuestra fe crecerá y seremos afirmados. Se acabará toda depresión y falta de propósito en la medida que obedezcamos su palabra.
Gracias Padre por tanto amor, por tu maravilloso cuidado, porque siempre extiendes tus brazos de amor hacia mí, porque nunca me dejas ni me desamparas. Siempre me estás hablando. Afina mi oído, quiero oír tu voz fuerte y clara dirigiendo mis pasos. Revela tu palabra a mi entendimiento para siempre comprenderla, meditarla, hacerla mía y pon en mí ese deseo y fuego ardiente de llevarla a cabo, de no seguir igual, de no permanecer en la tristeza, en la desazón, en el sin propósito, cuando me has trasladado a tu reino de amor, de gozo y de paz. Te amo con todo mi corazón, en el nombre de Jesús, amén.