En la analogía de Jesucristo y la iglesia como matrimonio, vemos como el Señor sigue su labor de limpieza y de santificación de su novia. Le está quitando toda mancha y toda arruga.
Efesios 5. 25-27. Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella, 26 para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra, 27 a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha.
Cristo el Salvador cuida, sustenta, alimenta, santifica y protege a su Iglesia. Su fidelidad la persigue. Su Palabra nos santifica, es decir, los “apartados” para Dios, los santos, seguimos siendo santificados en el alma y el corazón para usarnos para sus “propósitos santos”. La novia de Cristo antes de ser redimida, fuimos “de lo peorcito”, estábamos muy sucios. Si se lo permitimos, el Señor nos perfecciona día a día.
MANCHA: Sinónimo de pecado. No importa si es como se dice un “lamparón”, una mancha grande y visible, Él la quitará, con su sangre.
ARRUGA: Señal de envejecimiento, de descuido (al doblar una prenda). Señal también de rejuvenecimiento continuo. Obra del Espíritu Santo
¿TE DESPOJARÁS DE TUS TRAPOS SUCIOS Y VIEJOS? ¡SÍ!
Zacarías 3. 3-4. Y Josué estaba vestido de vestiduras viles, y estaba delante del ángel. 4 Y habló el ángel, y mandó a los que estaban delante de él, diciendo: Quitadle esas vestiduras viles. Y a él le dijo: Mira que he quitado de ti tu pecado, y te he hecho vestir de ropas de gala.
Padre, hoy decido despojarme de todo pecado, de toda mancha y arruga. Me arrepiento por haber permitido vivir en este estado de descuido, por aceptar los trapos sucios de inmundicia. Renuncio a los vicios del viejo hombre, de los deseos engañosos, me dispongo a renovar activamente mi mente a través de la lectura, estudio y meditación de tu palabra, para ser transformado por tu Espíritu Santo y ser vestido del nuevo hombre, creado según tu diseño en la justicia y santidad de la verdad. Gracias por la limpieza y el rejuvenecimiento continuo de mi ser, en el nombre de Jesús, amén.