Aprendamos a alabar al Señor donde estemos, en la casa, en el transporte, en la oficina, en el deporte. Donde estés, alábale. En la mañana, en la tarde y en la noche. Deja de cantar las canciones del mundo.
Salmos 100. 4-5. Entrad por sus puertas con acción de gracias, por sus atrios con alabanza; alabadle, bendecid su nombre. 5 Porque Jehová es bueno; para siempre es su misericordia, y su verdad por todas las generaciones.
En su presencia somos saciados de lo mejor de Dios, especialmente cuando lo alabamos por encima de las circunstancias adversas. Por encima de las tristezas, de la deuda, del dolor, de la angustia, de la tribulación. Podemos derramar nuestro corazón a Él cada día, para ser fortalecidos y renovados en la esperanza y la fe.
En la casa de nuestro Padre hay abundancia de todo lo que necesitamos, seamos saciados, para dar de su abundancia a otros, hay mucha necesidad a nuestro alrededor. Si no estás saciado, empieza a alabar, a entrar a su presencia y a ser agradecido. Aun cuando tengas respuestas pendientes a tus peticiones, ¡dale gracias, mil gracias, Señor! ¡Entro a tu presencia a adorarte y a ser saciado con tus ríos de amor!
Juan 7. 37-38. En el último y gran día de la fiesta, Jesús se puso en pie y alzó la voz, diciendo: Si alguno tiene sed, venga a mí y beba. 38 El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva.
Gracias Padre por tu bondad y misericordia, por la salvación, por cada uno de tus milagros, por el perdón y la liberación que llevas a cabo cada día en mi vida. Soy privilegiado por haber sido escogido y atraído a ti, para ser saciado del bien de tu casa, de tu abundancia, de tu amor sin límite, de tu sabiduría infinita. En el nombre de Jesús, amén.