Pedro era uno de los discípulos del Señor y pescador de oficio. Un día el Señor los mandó que se adelantaran y cruzaran al otro lado del mar de Tiberiades en lo que despedía a la multitud y se iba a orar. Los discípulos obedecieron y se toparon con el viento en contra. Al ver las olas embravecidas, se estremecían de miedo.
A eso de las tres de la madrugada, Jesús se acercó caminando sobre el agua. Cuando lo vieron quedaron aterrados y gritando clamaron: ¡Es un fantasma! Pero veamos lo que hizo Pedro.
Mateo 14. 27-33. Pero en seguida Jesús les habló, diciendo: ¡Tened ánimo; yo soy, no temáis! 28 Entonces le respondió Pedro, y dijo: Señor, si eres tú, manda que yo vaya a ti sobre las aguas. 29 Y él dijo: Ven. Y descendiendo Pedro de la barca, andaba sobre las aguas para ir a Jesús. 30 Pero al ver el fuerte viento, tuvo miedo; y comenzando a hundirse, dio voces, diciendo: ¡Señor, sálvame! 31 Al momento Jesús, extendiendo la mano, asió de él, y le dijo: ¡Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste? 32 Y cuando ellos subieron en la barca, se calmó el viento. 33 Entonces los que estaban en la barca vinieron y le adoraron, diciendo: Verdaderamente eres Hijo de Dios.
Padre, frente a las tormentas de mi vida, hoy me encuentro como Pedro, mirándote en medio de la aflicción, la zozobra, el miedo, porque sé que en ti está la respuesta y la salida. Empiezo este día con el gozo de tu palabra, llena de vida, que renueva mis fuerzas y mi esperanza, para batallar y vencer. Tu palabra dice que no hay nada imposible para ti y que al que cree todo le es posible. Yo creo que puedo caminar sobre el agua de estas tormentas y llegar a la orilla, sin daño alguno, mientras camino tomado de tu mano, en el nombre de Jesús, amén.