Se culpa a las crisis económicas de la pobreza y escasez en que viven millones, pero en realidad su problema es espiritual. La codicia, la avaricia, la corrupción, la mala administración del dinero, el endeudamiento, etc., están detrás de los problemas financieros. El diablo estorbará nuestra siembra material, porque no quiere que cosechemos lo eterno. ¡No nos preguntemos qué pasa con el sistema financiero!; cuando lo que debemos hacer es echar fuera a los enemigos de la bendición material, y creer en la provisión de nuestro Padre.
> EL TEMOR a que Dios no cumpla sus promesas, sumado a las circunstancias que vemos a diario, nos han llevado a decidir no dar. ¡El miedo nos dice siempre que no tenemos lo suficiente! Analizamos nuestros ingresos y pagos, en lugar de CREER LA PALABRA Y OBEDECERLA. Nos hacemos tacaños.
Preparémonos a vivir con fe y por fe, conforme a sus instrucciones. ¡Dios quiere bendecirnos, creámoslo; y lo hace a través de trabajar, ¡para tener para dar! No nos bendice para acumular y amontonar dinero sin sentido. La codicia y la avaricia, junto con el temor, llevan a la gente a almacenar y amontonar y a no dar:
Eclesiastés 5. 10. El que ama el dinero, no se saciará de dinero; y el que ama el mucho tener, no sacará fruto. También esto es vanidad.
Gracias Padre porque la verdadera prosperidad es conocerte íntimamente como mi proveedor de todo lo que necesito. Gracias a ello puedo doemir por la noche sin incertidumbre y despertar cada mañana con la expectación de que experimentaré tus posibilidades ilimitadas. La prosperidad en Cristo es una vida no aferrada a lo temporal, sino por el contrario, una vida que recibe directamente de ti provisión y siembra, que comparte y da, porque mi vida no consiste en la abundancia de los bienes que poseo, sino en conocerte, amarte con todas mis fuerzas y tener una estrecha relación contigo, en el nombre de Jesús, amén.