Hay un poder celestial listo para empoderarnos y enfocarnos en la obra de Dios, tal y como hay un poder enemigo que busca desenfocarnos y debilitar el poder fructificador de la iglesia. El Señor Jesucristo vivió enfocado en cumplir la agenda del Padre, no la propia.
Juan 6.38. Porque he descendido del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió.
Lo único que nombró como suyo, fue a la iglesia, y nos mandó que hagamos discípulos que continúen su obra. No nos desenfoquemos.
Mateo28. 19-20. Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo;20 enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén..
Padre, gracias porque tú me estás llamando hoy a hacer una limpieza en mi corazón de todas las cosas improductivas que me mantienen atado. No me has llamado a lo mundano o común, tengo un destino trazado desde antes de la fundación del mundo. La vida y las circunstancias han conspirado para entorpecer mi camino con todo tipo de distracciones. Hoy renuncio a todo patrón de pensamiento y hábito que se opone a que llegue donde tú me estás llevando: pecado, depresión, tristeza, enojo, rebelión, egoismo, flojera, etc. Gracias por la manifestación plena de tu favor en mi vida, hoy decido obedecer y enfocarme en tu llamado, en el nombre de Jesús, amén.