LA IMPORTANCIA DE NACER DEL ESPÍRITU.

La vida espiritual verdadera comienza con un nuevo nacimiento, resultado de la revelación de Jesucristo como Señor y Salvador de nuestra vida.

Job 32. 8. Ciertamente espíritu hay en el hombre, Y el soplo del Omnipotente le hace que entienda.

Un encuentro con Jesucristo, le permite a Dios Padre cambiarnos la naturaleza espiritual. Al reconocerlo como Señor y Salvador, Dios nos pasa de muerte espiritual (naturaleza pecadora) a vida espiritual (naturaleza santa del hij@ de Dios). Sin este cambio no podemos conocer a Dios, ni entrar a su reino.

Juan 3. 3-7. Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios. Nicodemo le dijo: ¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer? 5Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios.6 Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es. 7No te maravilles de que te dije: Te es necesario nacer de nuevo.

Cuando un pecador confiesa de corazón a Jesucristo como su Salvador y Señor; su naturaleza espiritual pecadora es cambiada por una naturaleza nueva, santa y recta, engendrada por Dios, capaz de conocerle personalmente y de vivir en obediencia a su voluntad. Al nacer de Dios, la persona es trasladada del reino y dominio de satanás, al reino y dominio de Jesucristo y de su Espíritu Santo; e inicia su crecimiento, cuya meta es llegar a ser semejante a Jesucristo.

Padre, gracias porque has hecho a mi espíritu lo que nadie más puede hacerle. Me impartiste tu naturaleza, tu vida eterna, tu imagen y semejanza, tus genes espitituales, me hiciste tuyo, me otorgaste tu paternidad. Me regeneraste, cambiando mi naturaleza espiritual y me justificaste, cambiando mi posición legal delante de ti. Ya no estoy condenado por mis delitos y pecados, sino absuelto, por tu preciosa gracia. Te entrego mi vida, todo lo que soy en agradecimiento por tanto amor, en el nombre de Jesús, amén.

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