Saúl fue ungido como rey para gobernar a Israel. Logró unificar al pueblo, estableció un reino y ganó batallas por el poder de Dios. Pero cuando David derrotó al gigante Goliat, se sintió amenazado, lo consumó la envidia y empezó a perseguirlo para matarlo. 1 Sam. 18.6-14. A David se le presentó la oportunidad de matar a Saúl no una, sino dos veces, pero su amor a Dios, y la honra al ungido, fueron suficientes para no hacerlo.
1 Samuel 24. 5-7. Después de esto se turbó el corazón de David, porque había cortado la orilla del manto de Saúl. 6 Y dijo a sus hombres: Jehová me guarde de hacer tal cosa contra mi señor, el ungido de Jehová, que yo extienda mi mano contra él; porque es el ungido de Jehová. 7 Así reprimió David a sus hombres con palabras, y no les permitió que se levantasen contra Saúl. Y Saúl, saliendo de la cueva, siguió su camino.
Nuevamente se le presenta a David otra oportunidad de matar a Saúl. Su amor a Dios, su constante honra y adoración al Señor, le hicieron decidir conforme al deseo divino.
1 Samuel 26. 9, 23-25. Y David respondió a Abisai: No le mates; porque ¿quién extenderá su mano contra el ungido de Jehová, y será inocente? 23 Y Jehová pague a cada uno su justicia y su lealtad; pues Jehová te había entregado hoy en mi mano, mas yo no quise extender mi mano contra el ungido de Jehová.24 Y he aquí, como tu vida ha sido estimada preciosa hoy a mis ojos, así sea mi vida a los ojos de Jehová, y me libre de toda aflicción.25 Y Saúl dijo a David: Bendito eres tú, hijo mío David; sin duda emprenderás tú cosas grandes, y prevalecerás. Entonces David se fue por su camino, y Saúl se volvió a su lugar.
Ciertamente el trato de Saúl hacia David fue por demás injusto. Pero David nunca buscó vengarse por su propia mano. Lo vemos perseguido, huyendo, viviendo en cuevas, refugiándose con extranjeros. Pero esperó pacientemente a que Dios lo librara.
Padre, tú hablas de David en tu palabra. Lo nombras como alguien que tuvo un corazón conforme al tuyo e hizo todo lo que tú querías. Te amaba entrañablemente y te adoraba con todo su corazón, por eso siempre tuvo un lugar especial delante de ti.Yo quiero ser como David. Amarte con todo mi corazón, alabarte en todo momento y obedecer tu palabra siempre. Tú ya me has dado un corazón de carne capaz de amar y obedecer. De perdonar a mis enemigos y no guardarles rencor, es más, de cuidar sus vidas y desearles lo mejor. Gracias Padre por la fortaleza de tu Espíritu que, al buscarte con temor y temblor, produce en mí el querer amar por tu buena voluntad, en el nombre de Jesús, amén.