EL FRUTO DEL ESPÍRITU SANTO EN MÍ

Una vez que le entregamos nuestra vida al Señor Jesús, empezaron los cambios verdaderos en nuestro ser y en nuestra vida. El Padre nos ha hecho nuevas criaturas, nos ha dado una nueva naturaleza a imagen y semejanza suya, una naturaleza justa y santa. ¡Ya nos somos pecadores! Ahora tenemos la capacidad de conocerle, de comprender las Escrituras y de vivir una vida conforme a su voluntad. Eso era imposible antes.

2 Corintios 5. 17. De modo que, si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas.

Junto con el nacimiento espiritual, vino un hambre por buscar más de Dios, por crecer en el conocimiento de su Palabra y por vivir su voluntad. Estamos creciendo cada día a imagen de Jesucristo y la mejor forma de acelerar este proceso de maduración es meditando y practicando la Palabra de Dios. Estamos destinados a dar el fruto del Espíritu; muestra de que estamos viviendo en Cristo.

Mateo 7. 16-20. Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos, o higos de los abrojos (cardos)? 17 Así, todo buen árbol da buenos frutos, 18 pero el árbol malo da frutos malos. árbol malo dar frutos buenos. No puede el buen árbol dar malos frutos, ni el árbol malo dar frutos buenos.

Gracias Padre por tu maravilloso amor por mí. No escatimaste entregar a muerte a tu propio Hijo Jesucristo, para que yo pudiera estar hoy aquí, delante de ti, como tu hijo amado, miembro de tu familia, tu heredero y co-heredero juntamente con Jesús, mi hermano, de todo tu universo. Gracias porque me llenas continuamente de tus frutos y puedo permanecer en tu amor, en el nombre de Jesús, amén.

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