Efesios 5. 25-27. Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella, 26 para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra, 27 a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha.
La motivación de una persona para casarse y compartir su vida con alguien puede ser única y muy personal, el deseo de ser feliz y hacer feliz al cónyuge puede ser honesto, pero sin Dios y sin Jesucristo como centro de su relación, tienen una alta probabilidad de fracasar.
Juan 15. 5. Yo soy la vid, ustedes los pámpanos; el que permanece en mí y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada pueden hacer.
Colocando a Dios en el centro de su corazón, y conociendo y obedeciendo su Palabra, un matrimonio en crisis puede reconciliarse, restaurarse o aún resucitar cuando todo aparentemente está perdido. El primer y más grande amor del esposo y de la esposa debe ser el Señor Jesús.
Proverbios 5. 18-19. Sea bendito tu manantial, Y alégrate con la mujer de tu juventud, 19 Como cierva amada y graciosa gacela. Sus caricias te satisfagan en todo tiempo, Y en su amor recréate siempre.
Padre, gracias por el estado ideal que tú diseñaste para bendecirnos y para bendecir, por el complemento, por tu plan perfecto. Te pido hoy por la restauración de cada matrimonio, que haya perdón, reconciliación, aumento en el amor, el compañerismo, la comunicación, la ayuda mutua, la comprensión, para que juntos sean la manifestación y el testimonio de tu vida en medio de ellos, en el nombre de Jesús, amén.