Lucas 10.19. He aquí os doy potestad de hollar serpientes y escorpiones, y sobre toda fuerza del enemigo, y nada os dañará
¿Te has preguntado por qué no eres tan eficaz en alcanzar al mundo para Cristo? En tiempos tan desafiantes como los que vivimos, necesitamos estar activos utilizando todos los recursos espirituales a nuestro alcance. Hoy tenemos más revelación que las generaciones anteriores y sin embargo producimos poco.
¿Cuál será la razón? Quizá nos falta la pasión, o el amor por el Señor se nos ha enfriado a causa del incremento de la maldad; o porque ignoramos la “autoridad y el poder” que nos ha delegado.
Representamos a Jesús en la tierra. A los hijos de Dios se nos ha encomendado predicar el evangelio¡Jesucristo es el vencedor máximo! Su victoria sobre satanás, la muerte, el mundo, el pecado y la carne es absoluta. Él nos ha delegado su autoridad para reinar en la tierra y representarle con su poder: Tenemos su Nombre, su Palabra, su Espíritu, su Sangre, su unción. Sus enemigos, aunque derrotados, no han sido destruidos; por lo que tenemos que arrebatarles las almas esclavizadas por ellos.
Mateo 10. 7-8. Y yendo, predicad, diciendo: El reino de los cielos se ha acercado. 8 Sanad enfermos, limpiad leprosos, resucitad muertos, echad fuera demonios; de gracia recibisteis, dad de gracia.
Los territorios ocupados por el enemigo se toman por la fuerza y con la fuerza del Espíritu Santo. Hay que desplazarlos y desalojarlos con oración e intercesión, declarando la Palabra con poder. No hemos sido lo suficientemente violentos contra el diablo, porque no hemos comprendido y ejercitado la autoridad y el poder que Cristo nos ha delegado.
Padre, necesito la revelación de tu Espíritu Santo para actuar y moverme conforme a ella. Dame espíritu de sabiduría y revelación en el conocimiento tuyo, alumbra los ojos de mi entendimiento, para que sepa cuál es la esperanza a la que me has llamado, y cuáles las riquezas de la gloria de tu herencia en los santos y cual la supereminente grandeza de tu poder para conmigo que creo, en el nombre de Jesús, amén.