Las demandas de ayuda llegan inesperadamente: Tus hijos piden algo de último momento, una amiga necesita un ride y tú no ibas por su rumbo. La esposa le pide a su marido que la lleve a un sitio de urgencia, pero que la espere y la regrese. Por tu cónyuge o por tus padres, haces lo que sea; ¿pero si se tratara de un extraño o de alguien que ha abusado de tu confianza? ¿Darías la milla adicional?
Tenías tu agenda planeada, ya es hora de salir del trabajo y el jefe te solicita que le prepares un reporte urgente, y que se lo lleves a una dirección distante. El cliente sigue insatisfecho después de varios cambios, ya se rebasó el presupuesto, ya abusó de la garantía. El comensal casi se acaba el plato que le serviste y reclama que se lo cambies porque estaba insípido. Tienes derecho a tus vacaciones, pero decides no tomarlas para participar en una campaña de alfabetización. Atropellaron al de la moto frente a ti… bájate a ayudar.
Las empresas llevan años mejorando la cultura de servicio, brindando la “milla adicional”. Les funciona bien, aun cuando no comprenden el principio de manera espiritual; lo aplican y les genera buena reputación, más clientela. Nosotros caminamos la milla extra por amor al Señor y a nuestro prójimo, hasta hacerlo parte de nuestro estilo de vida.
El amor es algunas veces sacrificial, da todo sin esperar nada a cambio. El amor siempre es acción, no declaración. El Señor Jesús nunca le dijo a alguien “te amo”, y sin embargo dio su vida, su Sangre, para salvarnos.
¡Espíritu Santo, revélanos la magnitud del sacrificio de Cristo por cada uno! Haznos entender que el amor verdadero siempre se traduce en actos carentes de egoísmo. Señor, habla al corazón de tus hijos e hijas, sobre el dar la “milla extra”.
Padre, muéstrame quién está esperando que le dé esa milla adicional. Dime a quién necesitado dar más gracia, más perdón, más ayuda. Lléname de tu amor, para accionarlo al doble y ser perfeccionados a tu imagen. Señor Jesús, que dar LA MILLA EXTRA sea mi estilo de vida. En el nombre de Jesús, amén.