La alabanza y la adoración no son meros rituales para reconocer y honrar a Dios en nuestras reuniones; son el vehículo de la fe que nos lleva a su presencia, y nos da acceso a su gracia y poder. Tu adoración a Dios es la expresión profunda de tu amor, fe y entrega a Él, sobre cualquier otra persona o cosa. Nuestra adoración, debe estar reservada solo para Él.
Salmos 99. 5. Exaltad a Jehová nuestro Dios, y postraos ante el estrado de sus pies; El es santo.
Adorar es la acción de inclinarnos y postrarnos ante Dios, en reverencia, reconocimiento y homenaje. Es caer de rodillas hasta tocar el piso con la frente, como expresión profunda de nuestra rendición, gratitud y sumisión al Padre. Es el reconocimiento a su supremacía sobre cada uno. Es el acto de ponernos a su disposición para servirle con nuestra propia vida. Al adorarle, lo hago sentir bien, ya que es la expresión de mi amor y temor reverentes.
Salmos 95. 6-7. Venid, adoremos y postrémonos; Arrodillémonos delante de Jehová nuestro Hacedor. 7 Porque él es nuestro Dios; Nosotros el pueblo de su prado, y ovejas de su mano.
Padre, gracias por amarme tanto. Por darme la oportunidad de estar aquí, en tu presencia, amándote, adorante. Te entrego mi vida. Renuncio a todo lo que me esté apartando de ti. Te amo con todo mi corazón, mi alma, mi mente, mis fuerzas. En el nombre de Jesús, amén.