Muchas mujeres tienen temor a no ser escuchadas y
valoradas por las personas que tratan y aman. Temen perder la amistad o el cariño de sus seres cercanos. Los hombres, tienen miedo a sentirse incapaces, a “no dar el ancho”, a que les falten al respeto y a ser intimidados o controlados. El temor al rechazo, al desprecio y a la humillación, limita el desarrollo de amistades sanas e igualitarias.
1 Juan 4. 18. En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor; porque el temor lleva en sí castigo. De donde el que teme, no ha sido perfeccionado en el amor.
El temor distorsiona las relaciones interpersonales. Nace de las tendencias de la vieja naturaleza, fuente de desconfianza, sospecha y demás complejos de inferioridad o superioridad. Sentirse desconectado de los demás, no amado, no aceptado, defectuoso, como si algo estuviera mal en uno, provoca una gran presión emocional. ¿Recuerdas la sensación de llegar a una reunión donde no conoces a nadie, antes de quién te invitó? Si has batallado con la inseguridad o la baja autoestima, no vencerás el ser ignorado. ¿Cuáles son tus miedos hoy día? Requieres crecer en el amor del Padre.
Gracias Padre porque eres amor. Y tu amor ha sido derramado e mi corazón por tu Espíritu Santo. Hoy te pido que me perfecciones en tu amor. Que tomes mi corazón y lo sumerjas en el óleo de tu amor, de tu unción, de tu sanidad, que sanes toda herida y que, como dices en tu palabra, me des un corazón, completamente nuevo, de carne, conforme al tuyo. Quita toda dureza, todo corazón de piedra, que vive a la defensiva por las heridas pasadas. Decido perdonar a todos los que me han herido, yo les digo a cada uno de ellos: “no me debes nada, te perdono”. Soy libre de toda herida, tomo responsabilidad y perdono, soy libre para amar. En el nombre de Jesús, amén.