CONVIÉRTANSE A MÍ.

Ezequiel 18. 32. Porque no quiero la muerte del que muere, dice Jehová el Señor; convertíos, pues, y viviréis.

¿Por qué muchas personas prefieren dedicar el tiempo de la reunión dominical de la iglesia, a ver sus deportes favoritos o a otras actividades? A veces nos preguntamos: ¿Por qué “fulano de tal” que era tan asiduo a la reunión, de repente dejó de venir? Una de las razones puede ser que la persona solo fue adoctrinada y nunca tuvo una conversión real.
Adoctrinar es inculcar en alguien determinadas ideas o creencias, en nuestro caso, la Palabra de Dios; sin embargo, la conversión es un acontecimiento espiritual que Dios lleva a cabo soberanamente, al impartir un “nuevo nacimiento espiritual” a una persona, por medio de la fe en el evangelio. El adoctrinamiento siempre es necesario, pero no sustituye la conversión, ya que el primero solo toca el entendimiento, el razonamiento de la persona.
La conversión, conlleva arrepentimiento y fe en Cristo, pero en el fondo es un cambio en la naturaleza espiritual de la persona, a quien el Padre engendra como “nueva criatura”.

2 Corintios 5.17. De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas.

Padre, hoy me arrepiento de mi vida pasada, te pido perdón por haber viviodo sin tomarte en cuenta. Te doy gracias porque enviaste a tu Único Hijo Jesucristo a salvarme. Reconozco su sacrificio en la cruz, como suficiente para salvarme y limpiarme de mi maldad. Gracias por el regalo de tu Santo Espíritu quien me revela tu palabra y me guía por el camino de santidad que tienes preparado para mí. Conviérteme y úsame para tu gloria, en el nombre de Jesús, amén.

Comentarios Facebook