Convertidos por Dios, creyendo en Jesucristo, recibimos un nuevo corazón, y al Espíritu Santo como guía para nuestra nueva vida. La regeneración espiritual posibilita nuestra conversión.
CONVERSIÓN: Del griego epistrephō. Revertir, volver al estado que debió
tener siempre. Convertir, ser transformado en alguien distinto de lo que era. Ser hecho nuevo, volverse de la dirección por donde iba. Volver atrás, girar, regresar. Volverse de los ídolos a la adoración al Dios verdadero. Nacer al amor y a la obediencia a Dios, amando su sabiduría y su justicia.
IMPLICACIONES DE LA CONVERSIÓN:
Esta conversión espiritual tocará todo nuestro ser, alma, emociones, voluntad y cuerpo físico. Si le permitimos al Espíritu Santo y a la Palabra de Dios obrar, cambiará nuestra mentalidad, nuestra forma de pensar; nuestra visión, misión y propósito de vida. Dios y Cristo serán lo más importante de nuestra vida y le serviremos de acuerdo con su propósito para cada uno.
La conversión implicará un cambio de afectos y de sentimientos, nos dolerá todo el pecado que cometimos contra un Dios santo y justo. Cambiará nuestra voluntad, nos alejaremos intencionalmente del pecado y buscaremos su perdón si caemos en tentación. Dicho de otra manera, el nuevo nacimiento es la raíz de la conversión que nos llevará a dar fruto abundante para Dios, mediante nuestra entrega y obediencia al Señor, por amor. Jn.14.15.
Jesús dijo en Mateo 7. 21. No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos.
Todo convertido aborrecerá el pecado, renunciará al mundo, morirá al orgullo, y caminará en fe tomando su cruz día a día, porque considera a Cristo como lo más precioso y valioso de su vida.
Padre, renuncio al pecado , al mundo, muero al orgullo y este día tomo mi cruz, negándome a mí mismo. Me comprometo contigo a tomarla y llevarla cada día, pues considero a Jesús lo más precioso y valioso de mi vida. En el nombre de Jesús, amén.