APRENDAMOS A DAR AMOR INCONDICIONAL

Los padres y madres amamos a nuestros hijos, sin embargo, tendemos a condicionarles el amor o a “retenérselos” hasta que cumplan ciertas expectativas. Usamos la “zanahoria” para moverlos a hacer cosas que inclusive son parte de su responsabilidad; como hacer la tarea, sacar al perro, etc. Acostumbrados a la recompensa y al condicionamiento, nuestros hijos crecen con este mensaje: “Te amo, siempre y cuando hagas esto o lo otro.” Y eso profundiza su carencia interna de amor y aceptación con la que nacemos todos.

Por el contrario, la naturaleza de Dios es “Amor incondicional”. Él nos ama con amor eterno. El apóstol Juan lo dice bien: ¡Miren con cuánto amor nos ama nuestro Padre, que nos llama sus hijos, y eso es lo que somos!

La máxima muestra de su Amor la encontramos en su Hijo Jesucristo, enviado por el Padre a morir por los pecadores, con el fin de reconciliarnos con Él y darnos vida eterna. Jn.3.16-17. ¡Este Amor lo recibimos al confesarlo como Salvador y Señor.

Romanos 5. 5. Y la esperanza no avergüenza; porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado.
Su amor paternal nos sana de la orfandad en la que crecimos, aun teniendo a nuestros padres biológicos. Ellos no pudieron amarnos como lo necesitábamos, porque a su vez fueron criados en hogares carentes de ese amor. Las cualidades del amor del Padre, las encontramos en 1a. de Corintios 13.4-8.

Padre, ayúdame a que cada uno de mis hijos sepa que lo amo incondicionalmente, a decírcelos y a platicar con ellos. Te pido que hagas volver sus corazones al mío y el mío al de ellos, en el nombre de Jesús, amén.

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