Isaías 54. 4. No temas, pues no serás confundida; y no te avergüences, porque no serás afrentada, sino que te olvidarás de la vergüenza de tu juventud, y de la afrenta de tu viudez no tendrás más memoria.
Todos hemos batallado con la culpa y la vergüenza. Sentirse culpable y sentir vergüenza es algo bueno, porque significa que tenemos viva la conciencia para reconocer nuestras faltas ante Dios; el problema es cuando la culpa y la vergüenza continúan, una vez que nos hemos arrepentido.
Muchos hijos de Dios viven una muerte lenta en el sepulcro de la culpa y la vergüenza. ¿Cómo puede ser esto? Siguen avergonzados de su pasado, de sus relaciones rotas, de sus pérdidas y fracasos profesionales. El acusador los sigue atormentando, los sigue engañando, no creyendo que han soltado sus cargas y dudando que el Señor los ha perdonado.
Apocalipsis 12. 10-11. Entonces oí una gran voz en el cielo, que decía: Ahora ha venido la salvación, el poder, y el reino de nuestro Dios, y la autoridad de su Cristo; porque ha sido lanzado fuera el acusador de nuestros hermanos, el que los acusaba delante de nuestro Dios día y noche.12 Y ellos le han vencido por medio de la sangre del Cordero y de la palabra del testimonio de ellos, y menospreciaron sus vidas hasta la muerte.
Padre, gracias por tu palabra que dice: el que cree, no será avergonzado. Gracias por abrir mis ojos para entender de dónde realmente vienen las acusasiones. No eres tú, no son mis seres amados, es el mismo diablo quien usa a las personas para culparme y avergonzarme. Mi lucha es contra él, no contra las personas. Hoy renuncio a escucharlo y recibo tu vindicación, en el nombre de Jesús, amén.