Nunca olvidemos que tenemos al Señor de nuestro lado. Él se identifica con nosotros. Identífiquemonos nosotros con Él en su sacrificio.
1 Juan 2. 1-2. Mis queridos hijos, les escribo estas cosas, para que no pequen; pero si alguno peca, tenemos un abogado que defiende nuestro caso ante el Padre. Es Jesucristo, el que es verdaderamente justo. 2 Él mismo es el sacrificio que pagó por nuestros pecados, y no solo los nuestros sino también los de todo el mundo. NTV.
El Señor Jesucristo fue avergonzado y humillado públicamente en la Cruz. Sufrió la vergüenza producto de nuestras injusticias, por eso nos comprende. Él llevó sobre su cuerpo nuestras “desgracias” y desfiguros.
Isaías 53. 3-5. Despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores, experimentado en quebranto; y como que escondimos de él el rostro, fue menospreciado, y no lo estimamos. 4 Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido. 5 Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados.
Los hij@s de Dios hemos sido perdonados, pero no somos
perfectos. Jesús pagó el castigo eterno que nos correspondía por nuestro pecado y por eso el Padre ya no nos condenará y ha decidido no acordarse más de nuestros pecados. ¡Sí Él lo ha decidido así, tú y yo hagamos lo mismo!
Padre, hoy reconozco y me arrepiento de todo abuso y exceso de alcohol, drogas, comida, etc., que han dejado estragos en mi cuerpo, así como quebrantos en mis relaciones interpersonales y en mis finanzas. Te pido una oportunidad para construir una vida nueva en Cristo, sé que estoy enfrentando consecuencias, pero dame de tu gracia para seguir adelante, perdonado, sin culpa y sin vergüenza, en el nombre de Jesús, amén.