1. Mantén una relación reconciliada, cercana y de amor y confianza mutuas. Esto quizá no lo aprendimos de nuestros padres, pero nunca es tarde, incluso con los hijos adultos. ¡Podemos lograrlo con la ayuda del Señor!
Filipenses 4. 13. Todo lo puedo en Cristo que me fortalece.
2. Motívalos a dar lo mejor de ellos en en toda circunstancia. Ponles el ejemplo.
3. Mantén la armonía y el orden en casa, sin dejar de lado la diversión.
4. Planta en cada uno de ellos una visión bíblica de un futuro promisiorio y exitoso, desarrollando sus dones en la medida de tus posibilidades económicas, y equipándolos para su vocación futura. Oremos y hablemos fe en Dios y en Cristo y no temor e imposibilidad.
Romanos 12.2. No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta. 5. No los exasperes con tu impaciencia e intolerancia; para que se mantengan animados, cooperativos, abiertos y felices contigo.
Colosenses 3. 21. Padres, no exasperéis a vuestros hijos, para que no se desalienten.
Padre, tal vez yo no recibí lo que necesitaba de mis padres, pero yo los perdono ahora. Los perdono por las faltas y carencias de mi niñez y ahora que he recibido tu paternidad, te pido llenes todo hueco, carencia, faltante, con tu gran amor. Hoy sumerge mi corazón en el aceite de tu unción y sana toda herida, para que yo pueda, con la libertad y el amor con que me has llenado, amar incondicionalmente a mis hijos y guiarlos hasta ti. En el nombre de Jesús, amén.