Dios nos dio la capacidad de elegir, de decidir. Sin embargo, ningún ser humano ha escogido a sus padres biológicos, hermanos o hijos; pero lo que si podemos escoger es cómo relacionarnos con ellos.
Fuimos creados para responder por nuestros actos, por lo que podemos cambiar nuestro ambiente familiar y enseñar a los hijos, desde pequeños, la importancia de relacionanos de forma amorosa, respetuosa y de mutua honra. Podemos pasar de la imposición y los “gritos y sombrerazos”, a la cordialidad y al diálogo. Esto es parte de la obra del Espíritu Santo en todos.
Eduquemos en la libertad y la responsabilidad, de lo contrario sufriremos las consecuencias de sobreproteger a los hijos, tomando decisiones por ellos; o abdicando a nuestro papel y dejando que el mundo los deforme.
Afortunadamente, la Palabra de Dios está llena de principios y ejemplos sabios que podemos aplicar en la educación de nuestros hijos, y en nuestra propia maduración como hijos e hijas de Dios.
Proverbios 23. 19-25. Hijo mío, presta atención y sé sabio: mantén tu corazón en el camino recto. 20 No andes de juerga con borrachos ni festejes con glotones, 21 porque van camino a la pobreza, y por dormir tanto, vestirán harapos. 22 Escucha a tu padre, que te dio la vida, y no desprecies a tu madre cuando sea anciana. 23 Adquiere la verdad y nunca la vendas; consigue también sabiduría, disciplina y buen juicio. 24 El padre de hijos justos tiene motivos para alegrarse. ¡Qué satisfacción es tener hijos sabios! 25 ¡Por eso, alegra a tu padre y a tu madre! Que sea feliz la que te dio a luz.
Padre, gracias por el precioso regalo que me has dado en mis hijos y mil gracias por enseñarme a criarlos en tu amor. Por ayudarme aun con los errores que he cometido en su educación. Te pido perdón por cada uno de ellos, llévame de la mano por tu camino de santidad, para que pueda llevarlos a ellos hasta tu presencia y siempre te sirvamos, en el nombre de Jesús, amén.